Como una luz...

"Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro padres que está en los cielos".
Mateo 5,16.


Así como la Luna refleja la luz del Sol y disipa las oscuridades de la noche, de igual manera, los cristianos somos llamados a ser el reflejo de Jesucristo, el Sol que da luz y vida al mundo.  Esa es la labor que nos pide la Iglesia, "evangelizar", ser reflejo de Cristo y mostrarlo a todos aquellos que están a nuestro alrededor... a nuestros prójimos, a los más cercanos. 

Dar respuesta a esta llamada, requiere por nuestra parte, no presentar  un concepto teórico de Dios, de Jesucristo o de lo recogido en el Evangelio.  Nos toca ser "Luz", hacer brillar en nosotros las palabras del Evangelio hechas vida, hechos, obra de amor. 

La luz da vida, elimina las oscuridades, nos muestra con claridad el camino a seguir, nos aporta seguridad...  Aquellos que han descubierto a Cristo en sus vidas, los que mantienen una relación cercana e íntima con él, tienen un referente, un faro, una luz que llena de claridad su existencia.  Esa luz y esa seguridad que les llena de alegría, debe ser sin duda transmitida a los demás.





"Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al desnudo (...).  Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida te botará la carne sana; te abrirá el camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor.  Entonces clamarás al Señor y te responderá.  Gritarás y te dirá: "Aquí estoy".  Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá medio día".
Isaías 58,7-10


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